lunes, julio 24, 2006

Caminar.

Hubo una caricia en el alma tan brusca que me hizo llorar.
Una mirada tan furtiva que me cautivo.
Una sonrisa tan perfecta que me encandilo.
Estas lágrimas no son dañinas ni productos de puñales. No.
Quédate tranquila que son las lágrimas más honestas, sinceras, y de las únicas que yo podría estar escribiendo con tanto orgullo, porque demuestran un amor indescriptible, un horizonte en verdad eterno, unos sueños que poco a poco, pero asombrosamente, van creciendo cada vez más, y desvanecen esa línea grabada a fuego entre la razón y el corazón.
Camino mi camino, ese que es de tierra, el tan vulnerable y el que demuestra tantas huellas de tantos caminantes.
Ese inundado del ruido de los pasos de todas las personas que, por lo menos por poco tiempo, arrastraron sus pies y decidieron caminar y forjarlo, un camino con una sabiduría grandiosa pero con mucho que aprender aún, con un espíritu de acompañamiento inmenso y la predisposición de ayudar en todo momento.
Ese que se banco tanto y ese que siempre permitió sentarse y llorarle, mojarlo y marcarlo. Pasar las manos por la tierra, pisada por tanta gente, juntarla y besarla, saber que siempre puedo aprender si miro atrás, si junto mi pasado con mi mano, la veo y la siento parte de mí.

Trepé la pared del cuarto más vacío, en ese que gritar no sirve de nada.
En el que los ecos de tus propias palabras solo son escuchados por tus propios oídos.
Trepé porque creí que tenía que haber algo mejor, porque miraba hacia arriba y veía un rastro de luz entre tanta oscuridad.
Trepé porque no me resignaba a seguir sufriendo entre los inconscientes ecos de aquellas palabras que dolían.
Fue por trepar que hoy estoy llorando de alegría, por pelearla desde abajo, por soñar que la oscuridad se puede transformar en luz; que la tristeza se puede transformar en alegría; y que el dolor de palabras necias se pueda transformar en la tranquilidad de palabras sabias.
Y fue por trepar esa habitación tan hundida en la soledad que también te ví. Ví tus ojos, tu sonrisa, tu pelo.
Escuche tus palabras tan tímidas, tu risa tan llena de calidez.
Y hoy puedo caminar por la calle y siempre llevo una imagen tuya en mis pupilas, y siempre llevo una sonrisa grabada en mi cara, y siempre traigo en mi mente el recuerdo de tu voz.
Y hoy puedo caminar por la calle y siempre voy a desear verte, y siempre voy a extrañarte.
Y solo los que pasan muy de cerca pueden escuchar el himno de mi corazón que sigue cantando tu nombre con una entonación particular.
Te mentiría si dijera que no pienso en vos, porque ni siquiera en mis sueños dejás de ser protagonista, porque sos dueña hasta de mis pasos y porque sin vos ya no sé por que camino andar.
Faltaría a mi palabra si no te contaría que por la calle no me olvido de vos, y que esa sonrisa, ese recuerdo, esa imagen, ese canto, esas ganas de verte que me invaden todo el tiempo, son acompañadas muchas veces por lágrimas, esas lágrimas que tanto alabe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El enamorarse es, creo yo, lo más lindo que nos da la vida. Ser correspondido o no, creo yo, es un simple condimento. Si me dan a elegir entre amar y no ser correspondido, y ser correspondido sin amar, sin pensarlo elijo la primera. Y menos lo pienso leyendo estas líneas, dónde percibo la cantidad de cosas que el amor puede despertar. ¿A quién no le gustaría que le escriban cosas asi? A primera vista todos decimos que nos encantaría. Pero: ¿Qué nos gusta más? ¿Leerlo sabiendo para quién es, sea o no uno mismo, o leerlo sin saber el destinatario, imaginándose que sí es para uno y luego lamentándose porque se piensa todo lo contrario? Agradezco no saber la persona qué sirve de musa a la escritura, y poder imaginarme, porqué no, que es para mi. Y después negármelo rotundamente, reconociendo que es imposible que esa persona a quién yo amo haya plasmado en un papel esas palabras pensando en mi. Pero no pierdo nunca las esperanzas, las mantengo siempre ahi, conmigo. Y nada me da más placer.